La siembra directa es un método de cultivo adscrito a la llamada agricultura de conservación que aboga por la no alteración del suelo mediante arado. Parte de su objetivo es mantener el equilibrio ecológico buscando una relación armónica entre la agricultura y la naturaleza; una relación que en última instancia persigue obtener el máximo rendimiento del suelo modificando lo menos posible sus características naturales.
¿Cuándo surge la siembra directa?
El empleo de arados o instrumentos que abren huecos en la tierra para introducir las semillas a través de ellos sin alterar el suelo está documentado desde la Edad Antigua. Así, varios pueblos como los sumerios o determinadas culturas de la América precolombina ya muestran restos arqueológicos de mecanismos de este tipo. Sin embargo, no es hasta mediados del siglo XX d.C. cuando el término siembra directa comienza a tomar sentido como tal tras la publicación del libro Plowman’s folly (traducible como La insensatez del agricultor), escrito por el estadounidense Edward H. Faulkner después de que Estados Unidos afrontase varios años consecutivos de sequías.
En su libro, Faulkner sienta las bases de esta teoría al defender la no utilización del arado tradicional y abogar por una labranza mínima y por la incorporación de materia orgánica al suelo. En un principio, estas nuevas ideas no gozaron del favor del público general, sin embargo su fama se fue acrecentando tras la aparición de los primeros herbicidas desecantes y de que algunos países como Argentina comenzasen a obtener buenos resultados mediante la aplicación de la siembra directa. Poco a poco, los principios de Faulkner fueron ganando en credibilidad y hoy en día son muy habituales en determinados países como Argentina, Brasil, Uruguay, Panamá, Estados Unidos o Australia.
Principios, método y beneficios
La siembra directa se basa principalmente en dos principios fundamentales: la no alteración del suelo mediante arado o implementos de volteo y el uso de residuos de cultivo para crear coberturas vegetales que ayuden a mejorar las características del suelo. Además, en su desarrollo se aplican otros puntos como el empleo de herbicidas desecantes y sembradoras adaptadas que depositen las semillas con una intervención mínima sobre el terreno. La rotación de cultivos es una técnica complementaria muy extendida al considerarse una manera muy óptima de controlar plagas y malezas al mismo tiempo que se garantizan una regeneración y recuperación de la salud del suelo.
Según los defensores de este modelo de cultivo, los arados modifican la atmósfera interior del suelo y provocan una reducción de materia orgánica que, en definitiva, deriva en una menor productividad. Por el contrario, mediante la siembra directa y la acumulación de rastrojos (mulching) se fomenta el cuidado del suelo y la aparición de una capa superficial de materia orgánica que, entre otras cosas, aumenta la permeabilidad y reduce la erosión del terreno.
A grandes rasgos, los principales beneficios que defienden los seguidores de esta técnica son los siguientes.
- Se reduce la erosión del suelo hasta en un 90 %.
- La evaporación de agua desciende y así aumenta su eficacia.
- Mejora de la biodiversidad y de la actividad biológica del suelo.
- Tiene lugar un mayor aporte de nutrientes naturales.
La siembra directa, en definitiva, es un método natural y ecológico que busca tratar el suelo con la menor y más inocua intervención posible. Un sistema que, si bien no siempre parece fácil de aplicar, ha reportado incuestionables beneficios a múltiples comunidades a lo largo y ancho del planeta.