Muchas de las actividades relacionadas con el trabajo en una explotación agrícola pueden parecer sencillas a simple vista. El riego, por ejemplo, puede ser una de ellas. Sin embargo existen numerosos factores a los que se debe prestar atención a la hora de irrigar el campo, ya que una mala gestión puede derivar en problemas relacionados con los efectos del impacto del agua sobre el suelo o con la eficacia de los propios sistemas de riego. Tratar de hacer un uso eficiente del agua puede reportar beneficios medioambientales, pero también puede contribuir a reducir los costes de la labor agrícola.
Conocer el suelo para ahorrar agua
Planificar un riego eficiente pasa por conocer las características del terreno sobre el que este es aplicado. El impacto del agua sobre el suelo puede provocar graves problemas de erosión o escorrentías que echen a perder parte de la producción. Estas situaciones pueden darse especialmente en suelos con escasa vegetación, cuando no exista una densa capa vegetal que los cubra y los proteja. En este sentido, el momento posterior a la siembra es también un punto de debilidad del suelo que conviene tener en cuenta dada su especial falta de abrigo.
Un primer paso para alcanzar un uso eficiente del agua es mantener el suelo sano, bien nutrido. Para ello conviene realizar catas de calidad y aplicar, si conviene, mantillo, compost u otros elementos similares. En segundo lugar, hay que conocer bien los elementos que rodean a cualquier operación de riego que se quiera considerar óptima. Para ello, siempre se mostrará tención a elementos como:
- la pluviometría media de la zona,
- la densidad del agua,
- el tiempo de aplicación del agua de riego sobre el terreno,
- la altura desde la que cae el agua de riego,
- la velocidad o el ángulo del agua de riego.
Nuevos sistemas para un uso eficiente del agua
Además de estas condiciones de carácter más ambiental, los propios sistemas de riego empleados en la explotación podrán jugar un importante papel en el logro de un uso eficiente del agua. Las técnicas de riego tradicionales, en ocasiones, pueden provocar un porcentaje de pérdida de agua realmente elevado. Estas suelen suceder por dos causas diferentes: evaporación o arrastre. En ambos casos, los factores que determinaran la existencia y la magnitud de las pérdidas son algunos como la humedad ambiental, la temperatura del aire y del agua, la velocidad del viento o la altura de los aspersores, si estos son empleados.
En la actualidad, existen numerosos sistemas de riego eficientes que favorecen el ahorro de agua. Se trata de técnicas que tal vez puedan requerir una inversión más elevada en un primer momento, pero que a la larga suponen un ahorro notable en varios aspectos. Los sistemas de riego pivot son un ejemplo de esto, pero también lo es el riego por goteo, la microaspersión o la nebulización, o uso de agua presurizada que genera gotas más finas.
Una explotación agrícola rentable no solo depende de la maquinaria o los recambios agrícolas que se dispongan. El 5 % del agua del planeta es empleada en actividades humanas y, de ese 5 %, cerca de tres cuartas partes son dedicadas a la agricultura. Una explotación agraria necesita llevar a cabo un uso eficiente del agua, tanto por su propio beneficio económico como por la necesidad de alcanzar un modelo de trabajo más sostenible.