Cuando se habla de agricultura de conservación, se hace referencia a un conjunto de técnicas sostenibles que buscan la conservación, la mejora y el uso más eficiente de los recursos naturales con el objetivo de evitar la pérdida y la degradación del suelo. Se trata, en el fondo, de fomentar prácticas sostenibles que persigan lograr la máxima conservación posible del terreno y de su estructura.
Para llevar a cabo estas prácticas hay que adoptar diferentes técnicas como la siembra directa, el laboreo mínimo o la aplicación de cultivos de cobertura. Mediante ellas, pueden lograrse beneficios como reducir la erosión, la contaminación y la pérdida del suelo, mantener de la producción durante mayores periodos de tiempo, reducir las emisiones de CO2 o evitar las escorrentías superficiales al aumentar la capacidad de retención de agua por parte de los suelos, por citar algunas ventajas.
Principios básicos
Uno de los principios básicos de la agricultura de conservación es la alteración mínima del suelo. Esta idea parte de la base de que la tierra es capaz de regenerarse y de fertilizarse a sí misma de manera autónoma, por lo que el uso de arados y otros elementos similares debería reducirse en la mayor medida posible. La agricultura de conservación, además, aboga por su adaptación a las condiciones y costumbres agrarias propias de cada región donde se aplique. A la hora de sembrar, por ejemplo, recomienda utilizar siempre especies de semillas autóctonas y evitar los monocultivos.
Las técnicas de la agricultura de conservación
Existen diferentes prácticas agrarias que conforman la agricultura de conservación, y las más populares son las siguientes.
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Siembra directa. Se trata, a grandes rasgos, de realizar labores agrícolas sin recurrir a la labranza ni a otros métodos invasivos que puedan alterar la composición del terreno. En la actualidad, existen tractores y maquinaria adaptada para llevar a cabo este tipo de siembra; el trabajo, que puede realizarse sobre los restos del cultivo anterior, consiste en abrir un pequeño agujero en el suelo, introducir en él la semilla y taparlo.
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Coberturas vegetales. Esta técnica busca proteger las cosechas mediante una capa de cobertura vegetal u orgánica que ayude a aportar materia orgánica, contribuya a fertilizar el suelo y evite su erosión. Las coberturas puedes ser espontáneas, permitiendo que la vegetación crezca de manera natural, o de siembra de diferentes cultivos que se empleen para tal fin.
Múltiples beneficios
Según los defensores de la agricultura de conservación, los beneficios obtenidos mediante su aplicación son múltiples. Uno de los principales es la contribución al freno del cambio climático. Esto es así porque al aumentar la cantidad de materia orgánica en el suelo, se generan reservas de carbono. Además, al realizar siembra directa se reducen las emisiones de CO2 a la atmósfera.
En cuanto al suelo, la agricultura de conservación garantiza la buena estructura del mismo y permite que este se autorregule aumentando así su fertilidad. Esto, además, provoca que el agua de lluvia se absorba mucho mejor.
Por último, conviene señalar que la aplicación de todas estas técnicas puede derivar en un notable ahorro económico y energético derivado de un menor consumo de combustibles, fertilizantes u otros productos químicos.
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Imagen central de Isaac.