Una de las consecuencias de la aplicación masiva de los modelos intensivos de agricultura es la progresiva degradación del suelo y el descenso de su productividad. En la actualidad existen una gran variedad de corrientes que buscan revertir este efecto y lograr que el terreno donde se realizan los cultivos resulte lo más eficiente posible. Una de estas técnicas es la conocida como agricultura sintrópica, un método regenerativo que lleva más de cuarenta años dando resultados en diferentes áreas del mundo.
Los orígenes de la agricultura sintrópica
El origen de la agricultura sintrópica hay que buscarlo en la figura de Ernst Götsch, suizo emigrado a Brasil que ya en 1982 desarrolló las bases de su ideario tras pasar temporadas de trabajo en Costa Rica. En esencia, sus postulados predican el asemejar en la mayor medida posible los procesos agrícolas con los procesos naturales mediante el restablecimiento de la esencia más pura de un ecosistema. En sus propias palabras, “la base es la idea de que las áreas se recuperan a través del uso. La vida es sintrópica por naturaleza y nuestros sistemas agrícolas deben reflejar sus múltiples características”. El trabajo de Götsch se realizó primero en pequeñas fincas para, poco a poco, pasar a ser implementado con éxito en diferentes lugares del planeta. A un nivel práctico y en resumen, consiste provocar mediante la interacción humana los procesos regenerativos naturales de un área forestal.
Las bases del sistema de Götsch
Para comenzar a implantar sistemas de agricultura sintrópica, en primer lugar hay que conocer el terreno a la perfección; su funcionamiento, sus características, su diversidad biológica, el papel que cumple cada planta y cómo interactúan entre sí los diferentes elementos que lo componen, ya sean animales o vegetales. Una vez superada esta fase, habrá que escoger las plantas que vayan a participar en el entorno. Estas especies, por supuesto deberán ser afines al terreno. Los sistemas de agricultura sintrópica se caracterizan por contar con poblaciones muy densas de especies muy diferentes, tanto por su ciclo vital como por su altura y tamaño. La base es que la relación entre estas es la que hace que todo funcione de manera natural y el suelo alcance las condiciones de efectividad deseadas.
Así, las plantas conviven e interactúan entre sí y con el resto de elementos del entorno de manera natural, tal y como lo harían en un entorno extraño a la intervención de la mano del hombre. Aquí, los cultivos próximos se apoyan mutuamente al mismo tiempo que las plantas se protegen entre sí y crean ecosistemas de convivencia. Un sistema de agricultura sintrópica puede presumir de un muy elevado grado de autosuficiencia, pues ni la maquinaria necesaria para su mantenimiento e implantación es muy numerosa ni requiere de una elevada cantidad de riego o del uso de insumos agrícolas. El suelo no queda desnudo nunca y son las propias plantas, con su ciclo natural, las que regeneran el terreno.
Por supuesto, la aplicación de uno de estos sistemas requiere de una notable cantidad de estudio previo y de un aprendizaje intensivo. Aquí nada funciona como en las extensiones agrícolas tradicionales ya que, aunque pueda ser la mano del hombre la que lo favorezca, las normas que lo rigen son en su mayor parte las de la naturaleza.
Imagen principal de Joshua Mayer.
Imagen central de Kate Ter Haar.