La creciente frecuencia e intensidad de los incendios durante los últimos años obliga en muchos casos a buscar estrategias innovadoras para fomentar su prevención y contención. De esta manera, la agricultura urbana y periurbana se ha posicionado como una solución eficaz para actuar como barrera natural frente al avance del fuego. Esta práctica, conocida como cultivos cortafuegos, permite interrumpir la continuidad del material combustible mientras ofrecen ventajas adicionales relacionadas con la sostenibilidad ambiental.
¿Qué son los cultivos cortafuegos y cómo funcionan?
Un cortafuegos es una interrupción en la continuidad del combustible vegetal que dificulta el avance de un incendio. En este sentido, un reciente artículo publicado por RTVE destaca cómo la recuperación de la agricultura en ciudades y zonas de transición entre lo rural y lo urbano puede reducir significativamente el riesgo de incendios. Además, las áreas agrícolas irrigadas o cuidadosamente gestionadas no solo actúan como barreras frente al fuego, sino que contribuyen a revitalizar la economía local y mejorar la calidad de vida.
A grandes rasgos, los cultivos utilizados para este fin se caracterizan por su bajo nivel de inflamabilidad, su alto contenido de humedad y su capacidad para mantenerse verdes durante periodos prolongados.
Para garantizar su baja inflamabilidad, los cultivos cortafuegos incluyen plantas con escasa capacidad para arder; como hortalizas, alfalfa o céspedes irrigados. Estos cultivos requieren prácticas agrícolas básicas, como riego o podas periódicas, que mejoran su eficacia. La selección de especies, además, se ajusta a las condiciones específicas de cada región, asegurando de esta manera su viabilidad tanto ecológica como preventiva. Pero para garantizar su eficacia, estos entornos precisan de un mantenimiento constante. Los cultivos irrigados o cuidados de manera frecuente son especialmente útiles, ya que mantienen bajos niveles de material combustible seco.
Casos de éxito: España y Australia
En España ya se han implementado proyectos piloto que utilizan cultivos irrigados y zonas agrícolas como barreras contra incendios. Por ejemplo, algunos municipios en áreas mediterráneas han empleado olivos y cultivos de hortalizas para proteger bosques cercanos a zonas urbanizadas. Estas prácticas, generalizadas, podrían convertirse en una herramienta clave para la reducción de incendios en un claro contexto de cambio climático.
En Australia, los jardines comunitarios se diseñan estratégicamente para incluir especies resistentes al fuego. Estos espacios no solo protegen las viviendas adyacentes, sino que también ofrecen un lugar de encuentro para las comunidades locales.
Beneficios adicionales de los cultivos cortafuegos
Además de su función principal, los cultivos cortafuegos presentan numerosas ventajas que tienen que ver, por ejemplo, con la producción alimentaria sostenible, dado que muchas de estas áreas se destinan al cultivo de alimentos. También habría que destacar aspectos relacionados con la conservación de la biodiversidad ya que los cultivos, bien gestionados, pueden servir como hábitats para especies locales. Por último, en entornos urbanos estos cultivos contribuyen a reducir las temperaturas y mejorar la calidad del aire mitigando así el efecto isla de calor.
El potencial de los cultivos como cortafuegos radica en su integración dentro de estrategias de planificación territorial y prevención de riesgos. Instituciones como la FAO y el US Forest Service subrayan la importancia de combinar prácticas agrícolas tradicionales con enfoques modernos para maximizar su eficacia. Además, el uso de cultivos en entornos urbanos podría ser una medida clave para enfrentar los retos derivados de la crisis climática.
Para lograr una implementación eficaz, es fundamental promover la educación sobre la importancia y mantenimiento de estos cultivos, así como incentivar la colaboración entre agricultores, urbanistas y autoridades locales.
Imagen principal de Virada Sustentável.
Imagen central de Prefeitura Municipal de Contagem.