Si se pide a alguien al azar que dibuje un pedazo de suelo, lo más probable es que este sea de color marrón. Lo mismo sucede con otros espacios como el mar o el cielo que, por norma general, siempre tienen una tonalidad azul en el imaginario colectivo. Pero del mismo modo que el cielo real no siempre refleja un mismo color, los suelos muestran una amplia y variada gama cromática. El color del suelo es un factor sumamente importante para determinar su naturaleza y de él pueden obtenerse muchos más datos de los que tal vez se imagine a simple vista. Uno de los métodos más efectivos para determinar el color del suelo es el denominado Sistema Munsell.
Las bases del sistema Munsell
Este sistema fue creado por el artista estadounidense Albert Munsell tras realizar varios estudios sobre cómo las fuentes de luz pueden afectar a la percepción humana sobre los colores. En 1930, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos adoptó este sistema cromático para determinar con la mayor exactitud posible el color del suelo.
El sistema Munsell está basado en tres componentes diferentes. En primer lugar se estudia el brillo, que indica el grado de claridad u oscuridad en relación con el color blanco absoluto. Otro factor es el tono o matiz, que está determinado por la longitud de onda dominante en la radiación reflejada. El matiz está compuesto por cinco colores diferentes (rojo, verde, azul, amarillo y púrpura) a los que se suman otros cinco colores intermedios. Por último hay que contar con el croma, que es el factor que refleja la pureza relativa del color.
El sistema de colores de Munsell ha sido determinante incluso para realizar otros sistemas de color. Así, no es de extrañar que también se utilice para determinar la tonalidad exacta de un suelo. El procedimiento es sencillo; no hace falta más que una cata del terreno a estudiar y una muestra de las tablas de color de Munsell para comparar ambos elementos.
El suelo por su color
Según el color que se obtenga, podrá determinarse que sobre qué tipo de terreno se está trabajando y así se podrá obtener una mayor información sobre sus características. Un suelo de tonos rojos o anaranjados, por ejemplo, indicará que se trata de un terreno arcilloso, que retiene bien el agua, la humedad y los nutrientes pero que, al mismo tiempo, es más propenso al encharcamiento. Por otra parte, si el color se encuentra más cerca del marrón pálido se tratará de un suelo arenoso que, por definición, acusará una falta de minerales, nutrientes y agua. Los suelos de carácter limoso tendrán un tono más oscuro y destacarán por su riqueza en materia orgánica. En un punto de convergencia entre los tres anteriores se situarán los suelos francos, que cuentan con características de todos los anteriores al estar formados por partículas de limo, arena y arcilla.
Aunque en muchas ocasiones el color del suelo pueda determinarse a simple vista, la utilización de sistemas cromáticos como las tablas de Munsell son muy útiles para unificar criterios y en determinados campos de investigación edafológica.
Imagen principal de U.S. Army Corps of Engineers.
Imagen central de Soil Science.