Una de las mayores preocupaciones de muchos aficionados a la jardinería y de algunos profesionales de la agricultura viene de la mano de la sequía, de que sus plantas puedan quedarse sin agua. Las consecuencias de esto pueden ser funestas, pero hay que tener en cuenta que, del mismo modo que algunos extremos tienden a tocarse, igual de malo es la ausencia que el exceso de agua.
Las plantas se alimentan en gran parte gracias al agua que absorben y, por eso, existe cierta creencia popular basada en que ante un problema es mejor tender al exceso de agua para garantizar una buena nutrición. La verdad es que siempre es más recomendable quedarse corto que pasarse de la media pues, ante una situación de deficiencia hídrica, el obstáculo puede salvarse con facilidad con un riego extra. Por el contrario, el exceso de agua en una planta puede acarrear serios problemas de salud que siempre tendrán difícil solución.
Señales y síntomas del exceso de agua
Existen numerosas señales que pueden dar pistas sobre el exceso de agua en una planta. Algunas de ellas son la apariencia marchita, raíces enfermas con tendencia a la podredumbre, la ausencia de nuevos brotes, los tonos marrones en las hojas jóvenes o los colores amarillentos en las hojas inferiores (que terminan por caer). El problema es que estos síntomas pueden confundirse con facilidad con los de la falta de agua y, en consecuencia, la solución que primero llegue a la cabeza sea aumentar el riego a la planta.
El exceso de agua afecta en primer lugar a las raíces y es la causa de la llamada asfixia radicular. Esto es debido a que si el suelo presenta un exceso de líquido, este puede desplazar al aire que contiene nutrientes esenciales para las plantas. La falta de estos elementos, como en nitrógeno o el potasio, provocará un déficit alimentario que podría derivar en consecuencias como la podredumbre de los tejidos radiculares y, en consecuencia, la muerte del ejemplar.
Otro problema derivado del exceso de agua está relacionado con la presencia de hongos y semi hongos que encuentran en la humedad un eficiente medio de desarrollo. En estos casos, los síntomas de la infección pueden ser diferentes en función del tipo de organismo y de la especie de planta, pero, por lo general, todos están asociados a la infección de las raíces y el cuelo antes de extender sus efectos al resto de elementos de la planta.
La prevención, la mejor aliada
En el caso de que se detecte un exceso de agua en la cosecha o plantación, la solución no es fácil y siempre pasa por cortar el riego por un tiempo y aplicar, si se puede, técnicas de secado del suelo. Como suele ser habitual en estos casos, la prevención es la mejor aliada. Así, para detectar si una planta tiene exceso de agua, la mejor opción es investigar el grado de humedad del suelo, pero no en la superficie si no a una profundidad de al menos cinco centímetros. Esta cata puede hacerse manualmente, con el dedo o con instrumentos como lápices o similares, pero también puede recurrirse a los diferentes medidores de humedad que hay en el mercado.
El tipo de suelo también juega un importante papel el este asunto. Si se trata de un suelo arcilloso, pesado, sus partículas serán finas y tendrán poca capacidad para acoger aire entre ellas. Por el contrario, si el terreno es arenoso y más aireado, respirará mejor pero también tendrá una menor capacidad de retención de agua y nutrientes. Como suele ser habitual en estos casos, el término medio es la mejor opción aunque, claro, tratándose del terreno no siempre es posible elegir sus características o modificarlas con facilidad.
Imagen principal de Indi Samarajiva.
Imagen central de William Warby.