La fitóftora, o phytophthora, es una enfermedad de características fúngicas que se presenta en diferentes variantes y puede afectar a un gran número de especies hortícolas, frutales e incluso animales de orden acuático. Se trata de una de las mayores plagas vegetales a nivel mundial. No en vano, la etimología de su nombre viene a ser “destructora de plantas”.
Aunque en determinados círculos se la trate como a un hongo, la fitóftora es en realidad un organismo semi fúngico del orden de los oomicetos que actúan como parásito sobre una gran variedad de plantas. Su virulencia puede ser especialmente rápida y eficiente si no se trata de manera preventiva, como ya ha podido verse en varios episodios de base histórica como el que causó la gran hambruna del siglo XIX en Irlanda, esa que afectó a la gran mayoría de cultivos de patata de la nación.
¿Cómo se presenta la fitóftora?
Esta enfermedad puede presentarse bajo diferentes variantes que atacan a especies concretas; así, la fitóftora que afecta a la patata no es la misma que ataca a las fresas o al aguacate, por mencionar algunas especies. Sus principales víctimas entre el reino vegetal se encuentran entre los frutales y las especies hortícolas, aunque también es capaz de atacar a otras especies como el césped.
La fitóftora se desarrolla en ambientes de temperaturas suaves y humedad alta. Esta última, la humedad, es su principal medio de desarrollo, y no solo depende de que las condiciones climatológicas presenten una alta concentración de agua en el ambiente, también puede darse por un excesivo encharcamiento provocado por el riego o las lluvias. Por norma general, la plaga entra desde el suelo, por la raíz, y desde ahí se extiende hacia los vasos vasculares mientras necrosa diferentes partes de la planta en su camino a través del cuello. Su presencia dificulta la circulación de la savia, corta el suministro de alimento y puede llevar al marchitamiento, secado total y muerte del ejemplar afectado.
Existen diferentes síntomas que ayudan a detectar su presencia. Algunos de ellos son las hojas secas y marchitas, la pérdida del color natural y la aparición de tonos más ocres o las manchas, agujeros, podredumbre o exudaciones en la corteza. En este sentido, puede darse un problema adicional derivado de que los primeros síntomas visibles se asemejan mucho a los propios de la sequedad. En este caso, una primera reacción lógica podría ser aumentar el riego y esto, en consecuencia, no haría más que añadir humedad y agravar la situación.
La prevención, la mejor arma
Pese a la posibilidad de utilizar productos químicos y fungicidas que contribuyen a la lucha contra la fitóftora, la mejor defensa es siempre una buena política de prevención. De este modo, las mejores técnicas pasan por evitar en la medida de lo posible el exceso de agua y los encharcamientos. Para esto puede recurrirse a drenajes o a un buen manejo de los sistemas de riego, que se recomienda que sean más por goteo que por inundación. Si de todas maneras la planta termina muriendo, lo más adecuado es retirar el ejemplar lo antes posible para evitar el contagio de otros individuos cercanos.
Por último, conviene señalar que la fitóftora es un organismo que puede permanecer latente en el suelo, por lo que conviene no plantar nuevos ejemplares en el mismo suelo donde anteriormente había ejemplares afectados hasta que no se tenga la seguridad de que la amenaza ha sido completamente neutralizada.
Fotos de Scot Nelson.