A grandes rasgos, la agricultura intensiva es un sistema que busca aumentar la producción de alimentos en el menor tiempo posible mediante un uso masivo de medios de producción como fertilizantes, maquinaria o sistemas de regadío. Este conjunto de técnicas ha sido ampliamente adoptado en todo el mundo, sin embargo, su uso extendido también un impacto significativo sobre el medio ambiente.
Problemas derivados de la agricultura intensiva
Uno de los principales problemas asociados es la contaminación. Las técnicas agrícolas intensivas, como el uso de fertilizantes y pesticidas, pueden contaminar el suelo y el agua. Los fertilizantes, sin ir más lejos, contienen nitrógeno y fósforo que pueden filtrarse en el terreno y en los cuerpos acuosos cercanos, como ríos y lagos, causando así una sobreabundancia de nutrientes. Esto puede provocar la proliferación de algas, que a su vez reduce la cantidad de oxígeno disponible para los organismos acuáticos, hecho que puede derivar en la muerte de peces y otros seres vivos.
La diversidad agrícola también puede verse seriamente afectada por la adopción de técnicas de agricultura intensiva. La proliferación de monocultivos puede derivar en agotar los nutrientes del suelo y reducir la variedad de flora y fauna. Esto también puede conducir a la aparición de plagas y enfermedades, lo que a su vez puede conllevar un aumento de la dependencia de los agricultores hacia los pesticidas y los fertilizantes.
Además, la agricultura intensiva también puede tener un fuerte impacto negativo sobre el cambio climático. El uso de combustibles fósiles en la producción de alimentos y el transporte de los mismos genera grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono y el metano. La emisión de estos gases contribuye al aumento de la temperatura global y a la alteración del clima en todo el mundo.
¿Hay solución a estos problemas?
Sin embargo, hay una serie de soluciones que pueden contribuir a minimizar el impacto ambiental de la agricultura intensiva. Una de ellas es la agricultura ecológica, que se basa en el uso de técnicas de carácter sostenible y natural para la producción der alimentos. Esto incluye la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos o la eliminación de pesticidas y herbicidas químicos, por poner algunos ejemplos. La agricultura ecológica puede ayudar a restaurar la biodiversidad y reducir la contaminación del suelo y del agua. Además, la producción de alimentos ecológicos también tiene un menor impacto en el cambio climático ya que no se utilizan combustibles fósiles y se fomenta la utilización de métodos más eficientes que cuentan con energías renovables.
La agricultura de precisión es otra buena alternativa para mitigar los efectos de la agricultura intensiva. Esta utiliza tecnología avanzada para monitorear y controlar la producción de alimentos. Esto incluye el uso de drones, sensores y sistemas de información geográfica para recopilar y analizar datos sobre el clima, el suelo y los cultivos. Con esta información, los agricultores pueden tomar decisiones más informadas y eficientes sobre la gestión de los cultivos, lo que puede reducir el uso de agua y otros recursos al mismo tiempo que se minimiza el impacto ambiental.
Imagen principal de K-State Research and Extension.
Imagen central de David Wright.