Se conoce como agroforestería al sistema productivo que integra árboles, pastos y ganado en una misma unidad de explotación. Esta técnica puede definirse como la unión de la silvicultura con lo agropecuario, fórmula de la que deriva su segunda denominación: agrosilvicultura. Se trata de una opción basada en preceptos de sostenibilidad que busca, entre otras cosas, la diversificación de productos y aumentar la productividad mediante la interacción natural de todos los elementos que conviven sobre y bajo el suelo.
Un poco de historia
Podía decirse que el nacimiento de la agroforestería es paralelo al nacimiento de la agricultura. Conscientemente o no, numerosas poblaciones de la Antigüedad integraron pastos y ganado en sistemas forestales dando por sentadas las bases de una técnica que no ha dejado de emplearse a lo largo de los siglos. A finales del siglo XX, concretamente en la década de los 70, comenzó a hacerse patente cierta crisis en la sostenibilidad de los modelos de explotación tradicionales, sobre todo desde un punto de vista medioambiental. Entre las numerosas respuestas que surgieron, en 1977 se creó el Consejo Internacional para la Investigación en Agroforestería (ICRAF), una organización con base en Kenia que se marcó el objetivo de investigar, apoyar y fomentar el uso de este sistema productivo.
Existen dos maneras básicas de dar comienzo a una estructura basada en la agroforestería. La primera de ellas es integrar árboles en fincas o explotaciones agropecuarias; la segunda es introducir cultivos y ganado en zonas forestales. Los sistemas agroforestales se extienden por todo el mundo, y son tan variados como lo permite la diversidad de paisajes y climatologías donde estos se asientan. Uno de los ejemplos más reconocibles, al menos en la península ibérica, son las dehesas y montados tan habituales de determinadas zonas de España y Portugal.
¿Qué aporta la agroforestería?
Los beneficios de la agroforestería se basan en la convivencia de los diferentes elementos que la componen y se traducen en una mayor protección del suelo, el reciclaje natural de nutrientes, la diversificación de producto, la recuperación de zonas degradadas o la reducción de plagas. Los árboles son parte fundamental de esta sociedad. Estos contribuyen a fijar el suelo y nutrirlo con sus hojas, ramas o cortezas caídas; muchos de ellos, además, generan considerables aportes de nitrógeno hacia la tierra. Con tan solo una densidad mínima de un 20 % de árboles, un sistema agroforestal puede asegurar la permanencia de materia orgánica en sus suelos. Estas concentraciones arbóreas también permiten que el ganado tenga donde refugiarse del sol en los meses más cálidos. Por su parte, los animales se benefician de un espacio con poca interacción humana y de un alimento de calidad que puede reinvertirse en el sistema en forma de deyecciones que contribuyan a nutrir la tierra.
Si bien es cierto que para poder aplicar estos principios a una explotación hace falta que se den una serie de condicionantes tanto paisajísticos como materiales, estos sistemas aportan beneficios tanto económicos como sociales y medioambientales. Su eficacia, al fin y al cabo, viene avalada por siglos de existencia.
Imagen principal de Rural Matters.
Imágenes centrales de Edu Aguilera y CIAT.