Según la definición de una famosa página web con formato de enciclopedia, la dendrocronología es una ciencia que se ocupa de la datación de los anillos de crecimiento de plantas arbóreas y arbustivas leñosas. En otras palabras, se trata de la ciencia que determina la edad de los árboles mediante el conteo de los anillos de su madera.
Cómo funciona la dendrocronología
Si efectuamos un corte transversal en el tronco de un árbol, veremos que este se encuentra plagado de anillos concéntricos que se desarrollan desde el núcleo hacia los extremos. En líneas generales, los árboles crecen al ritmo de un anillo por año; la capa más cercana al exterior se genera durante el año actual y el centro se formó durante el primer año de vida. Esto significa que un árbol tiene tantos años como anillos muestra en su interior. Así, el conteo de estos anillos da como resultado la edad del árbol, pero al mismo tiempo estos son capaces de aportar mucha más información.
Los anillos de un tronco nunca son iguales entre sí; los hay más gruesos y más delgados, más uniformes y de trazo más irregular y, además, entre ellos puede haber señales y marcas, o contar con diferentes longitudes de separación entre sí. Todos estos datos ayudan a comprender mejor la vida de los especímenes que se estudian, pero también del entorno en el que viven. Por ejemplo, un tronco puede albergar cicatrices provocadas por un incendio que, sabiendo sobre qué anillo se encuentran, darán información sobre el año en el que este se produjo. Otro dato interesante puede venir de la separación entre los anillos. Si dos anillos se encuentran más próximos de los normal, puede significar que el crecimiento ha sido menor durante el periodo en que se generaron y que, por añadidura, ese pudo ser un periodo de sequía. Como vemos, la dendrocronología no solamente es útil para determinar con cierta precisión la edad de los árboles.
Hoy en día no es necesario cortar el tronco de un árbol para realizar un estudio de dendrocronología. Gracias a la llamada barrena de Pressler pueden realizarse catas en su exterior y extraer testigos fiables que sirvan para llevar a cabo un estudio.
Una ciencia de largo recorrido
Se sabe que en el siglo IV a.C. ya se tenía conocimiento de que el crecimiento de un árbol se hace al ritmo de anillo por año. Muchas centurias después, en el siglo XVIII, los anillos de los árboles comenzaron a utilizarse para datar determinados fenómenos climáticos. Esto dio mayor consideración a esta disciplina, que comenzó a utilizarse poco a poco para otras tareas como la datación de los bosques. Sin embargo, no fue hasta el siglo XX cuando la dendrocronología no fue considerada como una ciencia, y esto fue gracias a la labor de Andrew Elliott Douglas, un astrónomo estadounidense que en 1937 fundó el Laboratorio de Investigación Sobre los Anillos de los Árboles de la Universidad de Arizona.
Desde entonces, la dendrocronología ha crecido y se ha consolidado hasta contar con varias disciplinas que dependen de ella. La más desarrollada de ellas es la Dendroclimatología, que se encarga de estudiar y reconstruir el clima de épocas pasadas. La dendroarqueología es la disciplina que utiliza el último anillo formado en los árboles para determinar el año en el que espécimen murió. Estos estudios se emplean en ocasiones como medida de control en excavaciones, para asegurar que la datación de los objetos hallados junto a los restos de los árboles es correcta. Otra disciplina interesante es la dendroecología, que aplica los datos obtenidos a eventos ecológicos concretos como incendios, sequías, invasiones de plagas, etc. Por su parte, la dendrogeomorfología determina eventos tales como corrimientos y desplazamientos de tierra, eventos que han sucedido sobre el terreno. En último lugar tenemos la dendrohidrología, una disciplina que fecha y estudia problemas de naturaleza hídrica como variaciones en el caudal de un río.
La dendrocronología es, en esencia, una ciencia de la que no se sabe demasiado a nivel popular pero cuyo papel puede ser fundamental para determinar el origen, la naturaleza o la antigüedad de numerosos eventos naturales. Sin ir más lejos, gracias a ella se estableció la edad del ser vivo más longevo conocido hasta la fecha: Ming, una almeja hallada en Islandia.
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Imagen central de Francis Zape.