La miel es con toda probabilidad el primer edulcorante utilizado por el ser humano en toda su trayectoria a lomos de este mundo. Se tiene constancia de que ya en tiempos prehistóricos las colmenas de abejas eran desprovistas de parte de esta dulce sustancia para consumo de los habitantes de las cuevas. Pero con el paso de los siglos la agricultura fue desarrollándose poco a poco y, junto a la domesticación de especies como la caña de azúcar o la remolacha azucarera, nuevas sustancias endulzantes fueron apareciendo sobre las mesa de la humanidad.
Según la legislación española, la miel es la “sustancia natural dulce producida por la abeja Apis mellifera a partir del néctar de plantas o de secreciones de partes vivas de plantas o de excreciones de insectos chupadores presentes en las partes vivas de plantas, que las abejas recolectan, transforman combinándolas con sustancias específicas propias, depositan, deshidratan, almacenan y dejan en colmenas para que madure”. Una definición más bien larga que, a priori, no aclara mucho sobre el origen de este alimento.
El proceso de elaboración de la miel
En su labor como productoras de miel, las abejas llevan a cabo esta función con fines estrictamente alimenticios. Para ello, un tipo conocido como abeja pecoreadora recorre los campos de flores libando pequeñas cantidades de néctar que almacena en su buche. Por cada salida, una abeja puede absorber una cantidad aproximada de 50 microlitros, cifra que puede dar una pista sobre el trabajo y la cantidad de abejas necesarias para llenar un tarro de miel.
Una vez en el buche de la abeja pecoreadora, el néctar se mezcla con unas enzimas existentes en la saliva del insecto y que son las responsables de romper las moléculas de azúcar. Cuando está llena, la abeja regresa a la colmena y trasvasa el contenido de su buche al de una abeja obrera joven, que será el primer eslabón del proceso de fabricación de la miel como tal. Este nuevo individuo comienza un proceso que busca eliminar la mayor cantidad de agua posible de la mezcla creada en el buche de la abeja pecoreadora. Para ello, la “proto miel” pasa de buche de abeja obrera joven a buche de abeja obrera joven hasta que se le consigue eliminar aproximadamente el 40 % de líquido.
Deshidratación y almacenamiento final
Es en este momento cuando la masa se almacena en una celdilla del panal, donde comienza un nuevo proceso de evaporación que reduce la cantidad de agua hasta cerca del 18 %. Una vez alcanzado este punto, cosa que suele suceder en torno a unos 4 o 5 días, se considera que la miel ya puede ser considerada como tal. Entonces, la celdilla se tapa con una capa de cera llamada opérculo y que favorece la conservación del alimento.
Este proceso, que aparentemente resulta sencillo y rápido, resulta sin embargo lento y trabajoso; sobre todo si se estudia a ojos de un ser humano y se tiene en cuenta que una abeja, durante toda su vida, puede llegar a elaborar una cantidad de miel inferior a la que cabría en una cucharilla pequeña.
Imagen principal de Robert Schmidt.
Imagen central de Renee Grayson.
Las abejas son unos insectos extremadamente sociables que viven en colonias que se establecen en forma de enjambres
Súper interesante la verdad, gracias por el trabajo que haces.