Los suelos agrícolas suelen estar sometidos a fuerzas externas que actúan sobre ellos y pueden provocar variaciones en su estructura, compactándolos hasta hacerles perder gran parte de su rendimiento. La óptima composición de un suelo está definida en parte por la concentración de los microporos y macroporos que permiten la circulación de aire y agua a través de ellos. Un suelo compactado en exceso presentará unos poros de un tamaño insuficiente como para favorecer el paso de estos elementos. Como consecuencia, las raíces encontrarán obstáculos en su desarrollo y esto afectará al crecimiento de las plantas.
La realización de las labores agrícolas más básicas implica elementos que pueden causar una compactación elevada de los suelos. Los neumáticos de los tractores, el peso de algunos aperos o remolques y las pisadas de animales son algunos factores que pueden causar este efecto. Un suelo compactado puede debilitar su estructura notablemente y corregirlo suele resultar difícil y costoso. Por eso mismo es conveniente realizar acciones preventivas como las siguientes.
Uso controlado del tractor
Los tractores son elementos complejos compuestos de una gran cantidad de componentes y recambios agrícolas; así, su peso es uno de los factores que más pueden favorecer la aparición de un suelo compactado. Si bien es cierto que estos vehículos resultan fundamentales en el desarrollo de determinadas tareas agrícolas y no siempre es posible prescindir de ellos, un uso controlado de los mismos puede ser bastante beneficioso para la estructura del terreno.
Una buena estrategia es aprovechar las rodadas de anteriores pasadas para reducir la compactación a determinadas zonas del terreno. De esta manera pueden realizarse pistas de circulación exclusivas para la maquinaria y el resto del suelo quedaría libre de la presión de los neumáticos del tractor. Las huellas pueden aprovecharse durante años, pero para que esta operación sea realmente efectiva debe haber un estudio previo que marque el recorrido.
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Cultivos de cobertura
Esta técnica consiste en sembrar plantas que ocupen una gran superficie de terreno. Si las plantas crecen sin que se implementen operaciones de labranza, las raíces de las mismas se desarrollan progresivamente y favorecen la descompactación del suelo y la correcta circulación de aire y agua a la vez que la tierra recupera minerales.
Además de mejorar la estructura del suelo, este tipo de cultivos pueden frenar la extensión de plagas y malas hierbas. El único inconveniente asociado a ellos es que los resultados han de esperar hasta que las plantas cultivadas estén totalmente desarrolladas.
Materia orgánica, alimento para el suelo compactado
Nadie es ajeno a la realidad de que la materia orgánica favorece el desarrollo de la estructura de los suelos. Enriquecer un terreno con estiércol, compost y otros abonos orgánicos puede resultar fundamental para prevenir la compactación siempre y cuando no se realicen en mayor medida otras acciones que la provoquen. Además de aportar minerales y permitir el mayor paso de agua y aire, la materia orgánica también favorecerá la aparición de microorganismos beneficiosos tanto para la estructura del suelo como para las raíces de las plantas cultivadas.
El suelo es el medio en el que crecen las plantas sembradas en una explotación agrícola, por lo que mantener su estructura en buen estado resulta fundamental para el correcto desarrollo de los cultivos.